lunes, 18 de enero de 2016

¡Invítame a comer, Homo Romanus!

Casi dos terceras partes de los ciudadanos romanos vivían bajo la constante amenaza del hambre. La alimentación de las clases pobres estaba reducida a poco más que una papilla de harina, un trozo de pescado salado y fruta. Estas comidas se complementaban a veces con algunas legumbres u hortalizas cocidas, sobre todo con col. El alimento básico para los más pobres fue el PULS: una especie de gachas de harina de trigo. Este paupérrimo plato derivó, en los tiempos de abundancia, en el puls iuliano, que contenía ostras hervidas, sesos y vino especiado.

Si nuestro Homo Romanus nos prepara CARNE (lo que es un lujo) y se deja aconsejar por el recetario de comidas escrito por APICIO titulado De re coquinaria, nos ofrecerá en su mesa corzo, gamo, jabalí, o algún tipo de ave como tordo, mirlo o pichonesguisados con pimienta, dátiles, miel, vinagre, vino, aceite y mostaza. Pero si de verdad quiere agasajarnos, nos ofrecerá lo más apreciado entre los romanos: criadillas de cerdo, ubres y vulvas de marrana. Presentado con albaricoques y melocotones es porque, definitivamente, ha echado la casa por la ventana.

¿Prefieres PESCADO? En tal caso, si tu Homo Romanus tiene dinero, te invitará a murena (mira el vídeo y prepárate). Este, como otros peces, se presentan en la mesa romana en guisos extraños para nosotros, elaborados con ingredientes poco comunes hoy día, como ciruelas, albaricoques, puré de membrillo, miel, helenio, angélica, etc. 



¡Y con suerte nos invita a CARACOLES! Existían granjas dedicadas a la cría de caracoles, que se consideraban como un manjar exquisito. Se clasificaban por variedades y se realizaban cruzamientos entre ellos para obtener mejores ejemplares. 


La VERDURA elegida para acompañar: cardos, que se prepararán confitados después de tenerlos en maceración con una mezcla de vinagre y miel perfumada con selfión y comino. ¡El anfitrión está gastando mucho dinero!

De POSTRE: dátiles, con los que, por cierto, se hacía un licor dulce que gustaba mucho llamado caryotum. También es probable que nos ofrezca una uvas, frescas o pasas, y pastelillos.

Si la comida ofrecida por nuestro Homo Romanus está muy condimentada es porque el dinero no le falta. El romano condimenta con especias, hierbas, mostaza (que era muy solicitada y solía prepararse por los cocineros según las recetas más variadas), vinagre (había de muchas clases hoy desconocidas: de vino, de calabaza, de peras o de higos) y queso.

¡Ah! ¡Cuidado con el GARUM! Ojalá el cocinero lo dosifique bien, pues en exceso podía transformar un plato dedicado a un manjar nauseabundo. Lo tomaremos mezclado con agua, vino, vinagre, aceite o pimienta, según los platos.

Y todo ello regado con VINO, de mayor o menor calidad según el poder adquisitivo y la generosidad de quien invita. Los vinos se cocían y aromatizaban y se empleaban como aperitivos y como licores que se mezclaban con miel y se dejaban envejecer para servirlos al comienzo de los banquetes.

¡Y atención a las almendras si te las ofrecen al inicio del banquete! Su función es provocar sed para beber más durante la comida.

Si salimos a la calle a comer con nuestro Homo Romanus, tomaremos algo caliente o frío en un establecimiento de comida preparada llamados cauponae. Allí nos inclinaremos por la SALCHICHERÍA, que ofrece numerosas variedades. Los romanos tenían gran predilección por los picadillos, que confeccionaban con los más diversos productos y aromatizaban con distintos condimentos. Estos preparados se embutían en tripas de cerdo para conservarlos, obteniéndose así singulares embutidos que denominaban botella y farcimina. Y podría invitarnos a un trago de muslum, el primer mosto. Lo malo es que haya sido cocido en utensilios de plomo, altamente tóxicos (sobre el peligro del saturnismo: clic). Según vamos caminando por la calle relajadamente llevaremos en la mano un buen puñado de GARBANZOS FRITOS y así nos entretenemos "picoteando" algo.

Fuente: http://almacendeclasicas.blogspot.com.es/2012/12/la-cocina-de-los-romanos_9.html
Para saber más: http://derecoquinaria-sagunt.blogspot.com.es/ http://latinygriego.webcindario.com/derecoquinaria_cas.pdf

CENA DE TRIMALCIÓN (de la novela de Petronio: Satiricón)
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Todavía no habíamos acabado las entradas cuando se nos sirvió un gran repositorio con una cesta encima. En ella había una gallina de madera con las alas desplegadas en torno como suelen hacerlo las cluecas. Luego se aproximaron dos esclavos y, al son de la música, se pusieron a rebuscar en la paja, y sacaron de abajo varios huevos de pavo real que fueron distribuidos a los comensales. Trimalción, contemplando esta escenificación, nos dijo:

-Amigos, he hecho incubar huevos de pavo real por una gallina y me temo, por Hércules, que ya estén empollados. Probemos, sin embargo, si todavía están sorbibles.

Recibimos unas cucharas que por lo menos pesaban media libra, y cascamos los huevos que estaban muy bien hechos de pasta. Casi arrojé mi porción pues creí que ya estaba formado el pollo, pero oí decir a una vieja comensal:

-No sé qué delicia debe de haber aquí.

Continué, pues, descascarándolo con la mano y me encontré con un gordísimo papafigo arrebolado en salsa de yema de huevo y pimienta. 

[...]

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Cuando acabó de hablar, se presentaron cuatro danzarines y, al compás de la música, levantaron la tapa del piso superior del repositorio. Esta operación nos permitió ver debajo (en otro plato) pollos cebados y ubres de marrana!. En el centro había una liebre decorada con alas para que pareciese un Pegaso. También notamos en las esquinas del repositorio cuatro Marsias con odrecillos que vertían garo con pimienta sobre unos pescados que parecían nadar en un canal.
[...]

40
Se trajo un repositorio sobre el que iba un jabalí de lo más descomunal y con un píleo por añadidura. De sus colmillos pendían dos canastillas de palma, una con dátiles cariotas y otra con dátiles tebaicos. Alrededor la bestia tenía unos lechoncitos de mazapán en posición de mamar, para dar a entender que se trataba de una hembra. Los lechones, por supuesto, nos fueron distribuidos como recuerdos.

Además contaré que, para cortar el jabalí, no vino aquel: Carpo que despedazó los pollos cebados, sino un gran barbudo con las pantorrillas ceñidas con correas y envuelto en un multicolor manto de caza. Desenvainó éste un cuchillo de caza, lo clavó con fuerza en las costillas del jabalí, y varios tordos escaparon volando del corte.

Unos pajareros con sus varetas ya estaban preparados para esto, y al instante atraparon las aves que revoloteaban en el triclinio. Trimalción ordenó damos un pájaro a cada uno.

-Mirad -decía- las finísimas bellotas con que se alimentaba este cerdo salvaje.

Seguidamente los esclavos tomaron las canastillas que colgaban de los colmillos y distribuyeron a los comensales porciones iguales de dátiles cariotas y tebaicos. 



 FUENTE: http://www.tarraconensis.com/comidas/comidas.html

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